De nuevo la fortuna nos fue favorable y la primavera se anticipó para permitirnos disfrutar esta ruta en todo su esplendor.
Aunque inicialmente estaba diseñada más corta, le añadimos algún complemento. Por ejemplo, los más andarines del grupo se bajaron en Polientes para hacer completa la etapa del GR 99. Los demás, nos fuimos hasta San Martín de Elines a visitar su colegiata, esa preciosa joya del románico guardada en el corazón de Valderredible. Es un deleite escuchar las explicaciones de su párroco para comprender el significado de lo que los virtuosos canteros quisieron comunicarnos hace ya ocho siglos.
Desde allí, hacia Villaescusa del Ebro y, a su salida, una de las maravillas de la naturaleza que nos deparaba la marcha: la Cascada del Tobazo. Desde abajo impresiona, pero hay que subir hasta su surgencia de la cueva para poder ver todos sus rincones. Arriba, además, hay unas pozas de aguas tan cristalinas, que invitan a sumergirse en ellas. Al lado, las cuevas, antaño moradas eremíticas, nos transportan al pasado de aquellos valerosos cristianos. Al bajar, otra maravilla: se nos incorporó la socia más joven del Grupo, Laura, eso si, como dicen las normas del GMC, acompañada por sus padres. ¡Dulce angelito!
Y ya para Orbaneja del Castillo, a través del bosque, según la orientación, más mediterráneo o más atlantico. Bajo los inmensos farallones que el Ebro talló formando este espectacular cañón, siendo los más llamativos, sin duda ,los que le dan el nombre a Orbaneja.
En el pueblo, además de disfrutar, cada uno a su modo, de la comida, aprovechamos para ver su famosa Cueva del Agua, en cuyo interior se sume el río para luego aflorar atravesando el pueblo y, después, desparramarse en impresionantes cascadas. Visitamos el pueblo y subimos hacia el páramó en busca de vistas aéreas del cañón.
Resumiendo; ¡Un día redondo!
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