Ya en Sonabia, nos encaminamos, ladera arriba, por la senda que atraviesa las dunas remontantes de su precios playa. ¡Qué vistas tan soberbias! En el paso de Presa se oía algún suspiro que otro al tener que echar las manos e impulsarse para subir, pero sin problemas.
Al llegar al Paso del Francés, muy ordenaditos, pasamos uno a uno. Pero está tan bien asegurado, que ya no es sombra de lo que era. Otra cosa fue la bajada a Liendo. Se llenaban las suelas de las botas de la tierra arcillosa y aquello era una pista de patinaje.
Ya llegados a Laredo, subimos al mirador de La Atalaya a comer. ¡Qué vistas! y ¡qué viandas! Y luego, para terminar, el remate: una cervecita en una terraza de la Puebla Vieja. No nos podemos quejar.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.